30.10.07

Capítulo 2: Aquilino y la Mujer fatal

En medio de los incesantes zumbidos subsónicos que su resaca no paraba de enviarle al cerebro y el sonido monótono de la orina repicando en la taza, Aquilino alcanzó a oír débilmente el crujido del viejo ascensor frenando en el piso de la oficina. Y en su interior, se imaginó Polaina, el bellezón extraterrenal de Edelmira Capones, la mujer del todopoderoso Palmiro Tragacete, el constructor más famoso de la provincia. “Una buena forma de empezar la mañana; le podía haber dicho que trajera churros”-pensó Aquilino espolsándose el aparato genitourinario. “Nos vemos luego para asuntos mas profundos”-le espetó a la taza mientras dirigía sus pasos hacia la puerta principal.

Antes de que sonara el timbre, Aquilino abrió la puerta y echó un nuevo vistazo al espejo del recibidor que le devolvía una imagen ciertamente lamentable, una mezcla a partes iguales de profesionalidad, dejadez y restos de resolí. “Esto es lo que hay, al menos por hoy”. Aquilino se olvido momentáneamente de sus pintas y se detuvo en contemplar lo que en ese momento salía por la puerta del ascensor. La pantera era mucho más hermosa en persona, como suele pasar, que en la fotografía del periódico. Lucía un ajustado vestido negro que delataba hasta la última de sus formas. Una larga y estudiadamente descuidada melena cobriza caía tapando parte del rostro ya de por si cubierto por unas inmensas gafas de sol mas propias de una folclórica en horas bajas que de una mujer del pelaje de Edelmira Capones. Aquilino empezó a bajar la mirada para examinar concienzudamente esas Columnas de Hércules que la señora tenía por piernas pero la voz de Edelmira le hizo volver al mundo de los mortales.

-“¿Señor Polaina? Mucho gusto. Soy Edelmira Capones”.
-“Un placer”-dijo Polaina mientras la hacía pasar al interior de la oficina-“Disculpe el desorden pero la señora de la limpieza está...en huelga.”-se excusó Aquilino con la peor de las invenciones posibles. Hacia mucho tiempo que una mujer no pisaba la oficina. Nota mental del día numero 1: Volver a llamar a la hija de la Toñi para que limpiara un poco.
-“¿Algún problema?”-le preguntó Edelmira con cierta tono de incredulidad.
-“Eh! Claro....los sindicatos, ya sabe, que le llenan a la gente la cabeza de pájaros. Que si tienen derecho a cobrar lo mismo que un ministro, un dentista, un fontanero...y si no a la huelga”-En ese momento Aquilino pensó en su difunto padre, delegado sindical de la CNT, que de haberlo oído en ese momento le hubiera arrimado una tollina sin miramiento alguno. “Bueno, siéntese y vaya contándome. Le ofrecería algo para beber pero en la neverita del despacho apenas tengo nada, ya sabe, la mujer de la limpieza que también hacía la compra...”
-“No se preocupe, no quiero nada”. Aquilino respiró con tranquilidad mientras pensaba en la botella de Cinzano del año catapum medio empezada, la garrafa de naranjada Konga de 2 litros desbravada y los dos limones podridos que poblaban su neverita. Nota mental del día número 2: Hacer una compra fuerte en la bodega de Salustiano.

Una vez sentados como mandan los canones de la relación detective-cliente, Aquilino rompió el hielo (again) mientras sacaba del primer cajón de la mesa un boli Bic escribe fino y un cuadernillo Enri de dos rayas (su preferido desde parvulos, manías que tiene uno) de un revoltijo de revista porno viejas y monedas de 1 centimo de euro (mira que no hay forma de colocarlas...)
-“Bueno, usted dirá, recuerde que cobro por horas”. No fue ni acabar de decirlo y ya se lamento de la mierda de broma que acababa de decir, pero la verdad sea dicha, el tiempo apremiaba, más si cabe cuando el bueno de Aquilino todavía tenía asuntos pendientes con el Señor Roca en el cuarto de baño.
-“No me andaré con rodeos, Señor Polaina, pero creo que mi marido me engaña con otra y quiero saber quien es”-dijo con una expresión de rabia contenida la Capones
-“¿Y qué le hace pensar eso?”-preguntó muy profesionalmente Aquilino mientras divagaba como cojones un hombre como Palmiro Tragacete podía pegársela a Edelmira Capones con otra a no ser que ésta otra todavía estuviera más buena, lo cual transformaría este nuevo caso en un desfile de monumentos a la femeinidad difícilmente insuperable.
-“Mi instinto por supuesto. Una mujer siempre sabe que pasa por la cabeza de su marido, aunque él nunca confiese. Eso y su agenda “secreta” olvidada por casualidad en la mesilla de noche”
“Que pájara es esta tía”-pensó Polaina- “¿Y qué es lo que pone en la agenda que tanto le ha llamado la atención”.
-“No es solo lo que pone, es lo que incluye. Varios recibos de luz y agua de un pequeño loft en el centro de la ciudad del que desconocía su existencia, a nombre de mi marido, sin duda alguna, su lupanar, su lugar de encuentro con una zorra detestable cualquiera. Una rompe-matrimonios sin escrúpulos.”

Ahora es cuando Polaina debería soltar un comentario cargado de ironía sobre como el afamado constructor Tragacete se casó en segundas nupcias con la Capones, tras engañar a su primera esposa con esta última. La historia se repite, todo es un ciclo cósmico y bla,bla,bla...pero aunque parezca mentira, se lo ahorró para evitar más que nada perder el jugoso trabajo que se avecinaba.
-“Dejeme esa dirección y averiguare más cosas a ese respecto. ¿Ha ido usted por allí?”
-“Tome. No para nada. Si me encuentro con esa pendona no respondo de mi. Nadie sabe lo que siento ahora por dentro”.
“¡Tranquila leona!”-pensó Polaina.
-“Vamos a ver si ponemos las cosas en su sitio y nos dejamos de zarandajas. El hecho de que su marido pague unos recibos de un pisito del centro no quiere decir que se la estén pegando. Su marido es constructor y sus líos se llevara entre manos...Pero en el hipotético caso que así fuera, usted a mi me quiere únicamente para que le haga un “safari fotográfico” al susodicho...”
-“¿A que se refiere?”-le interrumpió Edelmira.
-“Pues eso, a que vaya al pisito de marras o follodromo con mi cacharra digital, me infiltre en plan “Shinobi”, complete un posado-robado de alto contenido erótico y usted busque un divorcio express con esas fotos incriminatorias, que si no me equivoco le proporcionara unos ingresos como para no tener que pegar palo al agua el resto de su vida...”
-“¿Pero que se ha creido?¿Por quíen me ha tomado?-gritó en medio del despacho con una incredulidad y una ira más falsa que Judas y toda su parentela.
-“Mire bonita (le encantaba ponerse en plan duro), que no es la primera vez que hago estas cosas. Pero no se preocupe, yo encantado. No le voy a poner pegas al asunto. Si es cierto que el hijoputa de su marido ha tenido los arrestos suficientes como para ponerle los cuernos a una mujer como usted, vamos a sacarle hasta el último duro si fuera preciso. Por desgraciao y canalla. Y usted me paga mis honorarios, que por supuesto no dude que subirán una “miaja”, dada la nueva situación y todos tan contentos, ya me entiende.”
El semblante de la Capones cambió por completo, tornándose de una serenidad terrorífica.
-“Esta bien Señor Polaina, veo que nos entendemos. Apunte, entonces: Mi marido sale mañana de viaje de negocios. Va a estar en el extranjero durante una semana. Creo que antes de irse pasará a ver a la niña esta”
-“¿Por qué dice niña?"-preguntó intrigado Polaina
-“Es una niñata universitaria y además pechugona, en la agenda no para de repetirse el nombre de Pepa “Domingas” Albentosa. Conozco a mi marido y se que un par de tetas le pierde. Es un cerdo”.
“A él y a cualquiera, vamos”-pensó Polaina.
-“Déjeme ver esas páginas”- dijo al instante. Aquilino echó un vistazo a un dietario amarillento lleno de anotaciones. Lo primero que le llamó la atención fue la horrenda caligrafía, sin duda alguna el producto ortográfico resultante de un promotor inmobiliario cuasi analfabeto que lo único que había leído en su vida ha sido el "Marca" y los números de los talones de banco en negro. Era curioso. A continuación del nombre de la neumática chavala casi siempre aparecía una anotación en plan “Universidad”, “Facultad”, “Historia”...e incluso en un número de teléfono.
-“¿Ha llamado a este número alguna vez?”-inquirió Polaina
-“Si. Es la secretaria del Departamento de Historia Antigua de la Universidad”-contestó secamente.
“Coño, pues va a tener razón la jodía…esto va a ser bufar y hacer botellas!”
-“Déjeme un teléfono de contacto Sra. Capones. Ya le llamare con lo que surja. De momento creo que tengo por donde empezar. Vigilaré el piso “franco” de su marido a ver lo que cazo. ¿Le importaría que me quede con el recibo? Más que nada por lo de la dirección.”
-“¿Eso es todo?, ¿No va a preguntarme nada más?-preguntó Edelmira
-“Pues para ser sincero por ahora no. Más que nada porque a mi se me van ocurriendo las cosas a medida que pasan, de ahí que necesita su móvil para ir llamándola y por otra parte esta mañana tengo pocas ganas de hablar, estoy sufriendo un proceso gastrointestinal vírico que me está matando. Lo han dicho en el peródico…”
-“Me extraña que no me pregunte por las costumbres de mi marido, su actitud reciente, sus salidas, ya sabe...”
-“No si todo eso está muy bien y en las películas queda estupendamente pero para eso ya esta la policía, para hacer muchas preguntas y no obtener resultados. Que le voy a hacer, yo trabajo así, o lo toma, o lo deja (Dios mio, Polaina que acabas de decir…que la pierdes, moderate!!!)”.
-“Creo que puedo confiar en usted”-concluyó Edelmira con cierta resignación.
-“¿Me permite una última pregunta Sra Capones?”-dijo Polaina
-“Claro, adelante”
-“¿Por qué de todos los detectives de la ciudad ha ido a elegir a un servidor? Que yo sepa nunca he trabajado en nada relacionado con su marido”
-“Tal vez sea por eso, porqué durante todo este tiempo nunca ha estado en la nómina de ese cabronazo”-contestó Edelmira
-“Pues ya va siendo hora de que me conozca...!”. Nota mental del día número 3: La semana antes de Navidad del año en curso enviarle una caja de mazapanes “Esteparios” al Sr. Tragacete junto a una tarjeta de felicitación.

La despedida fue fría y breve. Aquilino ya no sabía como cruzar sus piernas para aguantar el torrente sólido-gaseoso que luchaba por salir de su cuerpo. Una vez cerrada la puerta de la oficina, corrió como una exhalación a la Capilla Sixtina de la higiene personal para retomar sus abluciones. Mientras entraba en comunión con la naturaleza, pensaba en su siguiente movimiento. Por un lado podría hacer una visita en lo que quedaba de mañana al apartamento donde supuestamente Tragacete se reunía con la “pechugona” becaria. ¿Quién sabe? A lo mejor se los encontraba en plena faena y en cuestión de unas horas le daba matarile al asunto. Pero también es cierto que si en el piso no había movimiento se iba aburrir como una ostra. Si al menos localizara a la chavala en el Campus para poder seguirla…fue entonces cuando la segunda opción se plantó en medio de los retortijones como un relámpago en medio de la tempestad…”¡coño, si puedo echar mano de Antoñito Galvez para que me ayude a localizarla1”. ¿Qué quien era Antoñito? Uno de los profesores titulares de Historia del Arte de la Facultad, un viejo amigo de Aquilino, compañero de chamelo y camarada de correrías. Todo un personaje…más murciano que “El Bando de la Huerta” y el Zarangollo juntos. ¿Universidad o apartamento? Para cuando Aquilino cerraba la puerta del despacho mientras jugueteaba con las llaves del Renault Cinco Copa Turbo, la decisión ya estaba tomada.