El primer relato interactivo de Interné (porque yo lo digo)
Los rayos de ese sol tan característico del Levante español, lease molesto, caliente y jodón, atravesaron a una velocidad ciertamente cercana a la de luz, las abolladas laminillas de la veneciana del todo a 100 que hace un par de años tuvo a bien instalar el primo de Aquilino a cambio de un almuerzo consistente en quinto de Mahou con pincho de tortilla reseca, incidiendo súbitamente en la cara adormilada del detective Polaina, el cual hasta ese momento dormitaba extendido todo lo que es él, en la otrora mesa del despacho, actual cama improvisada, recuperándose de la temible curda de la noche anterior en el bar de Jero, agarrada a base únicamente de Resolí de Cuenca con denominación de origen “productos de Castilla La Mancha” y platos de tramusos. Y es que si en una cosa Aquilino Polaina destacaba a la hora de tajarse, era en no mezclar bebidas distintas, sabedor de las terribles resacas que podía causar esta maléfica práctica. Otra cosa es que el brebaje conquense estuviera compuesto por un mejunje de crema de café, anís y coñac a partes iguales…
Los rayos de ese sol tan característico del Levante español, lease molesto, caliente y jodón, atravesaron a una velocidad ciertamente cercana a la de luz, las abolladas laminillas de la veneciana del todo a 100 que hace un par de años tuvo a bien instalar el primo de Aquilino a cambio de un almuerzo consistente en quinto de Mahou con pincho de tortilla reseca, incidiendo súbitamente en la cara adormilada del detective Polaina, el cual hasta ese momento dormitaba extendido todo lo que es él, en la otrora mesa del despacho, actual cama improvisada, recuperándose de la temible curda de la noche anterior en el bar de Jero, agarrada a base únicamente de Resolí de Cuenca con denominación de origen “productos de Castilla La Mancha” y platos de tramusos. Y es que si en una cosa Aquilino Polaina destacaba a la hora de tajarse, era en no mezclar bebidas distintas, sabedor de las terribles resacas que podía causar esta maléfica práctica. Otra cosa es que el brebaje conquense estuviera compuesto por un mejunje de crema de café, anís y coñac a partes iguales…
Un eructo inhumano proferido desde las mismísimas entrañas del gaznate de Aquilino, mandó a freir gárgaras cualquier signo de tranquilidad y sosiego que hasta la fecha había morado en la estancia. Como si de un viejo dinosaurio afectado por artritis reumatoide se tratase, Aquilino desplegó toda una serie de movimientos carentes de ritmo con el único fin de ponerse en pie, cerciorarse de su existencia como ente físico y caminar poquito a poco hacia la letrina del despacho con el objetivo inmediato de vaciar su vejiga al precio que fuera amén de otros menesteres.
Mientras caminaba torpemente por la habitación hacia el ansiado “Castillo de las baldosas de porcelana y pila de formica”, sus ganas de miccionar aumentaron peligrosamente. Aquilino se mordió con fuerza el labio y emitió un extenso gemido inaudible para el espectro auditivo humano, como si la propia vida se le escapara por la boca…y el orín por la uretra.
De pronto el timbre de la puerta del patio sonó con su agudeza de costumbre. “Cagon Chichiputi, ya se han equivocado otra vez; El novio bacalaero de la hija medio mongólica de la maruja adicta al Valium del 5ºC…en fin yo a lo mío”, pensó Polaina mientras encaminaba de nuevo sus pasos hacia el Sancta Sanctorum del aseo personal. Mientras traspasaba el umbral del Templo de la Defecación, un segundo timbrazo, más sostenido en el tiempo, puso en guardia a Aquilino. “Mira que si es para mi…¿Y quien coño puede ser ahora, un domingo por la mañana? Nada, nada. El novio con el pelo a lo cenicero, que no da para mas, el tío capullo…”. El tercer timbrazo, largo, eterno y estridente, desconcentró por completo a un Aquilino que comenzaba a bajarse los pantalones ordenadamente para comenzar las maniobras de aproximación a la “sima” de Roca. “Mecagüenlapenanegra….Me han cortado la meada! Así como no se van a formar piedras en el riñón…Como sea algo de propaganda no les voy a comprar una mierda hasta el Día del Juicio Final…por la tarde!!”
Cabreado y con sus fluidos elementales todavía revoloteando en su interior, Aquilino Polaina, en un momento repentino dejó atrás su torpeza etílica y pegando tres grandes zancadas se plantó en el telefonillo del recibidor, asió la góndola y pronunció un gruñido ininteligible en el que se intuía algo así como un “¿si?”. Le contestó nna voz femenina, dura pero tremendamente atractiva que susurraba: “¿Sr. Polaina? Necesito hablar con él”. A lo que Aquilino contestó rápidamente con una voz aclarada tras los pertinentes actos previos de tragarse un par de “pollos”: “Servidor. La agencia está cerrada hoy, vuelva mañana. Adiós”. De nuevo la voz insistía, inmutable: “Necesito hablar urgentemente con usted, se trata de negocios…y solo usted puede ayudarme”.
“¡Que pesada es la gente!”, pensó Aquilino. Y dado que si algo aprendió de sus padres era a ser honesto, no dudo ni un ápice en contestar lo siguiente: “¡Señorita me estoy mingitando en mis adentros. Y si no miccionó ahora, de aquí a unos años tendré un calculo de Resolí en mi riñón del tamaño de la Casas Colgantes de Cuenca! Vuelva usted mañana, hágame el favor.”, justifico el bueno de Polaina, evitando en todo momento emplear las conjugaciones del verbo “mear” para procurar no parecer malsonante. La voz de la mujer calló durante unos segundos. Aquilino respiró tranquiló y de nuevo dirigió la mirada a esa taza que le esperaba con la boca abierta y no precisamente la del desayuno. La voz de la mujer fue inflexible: “Soy la esposa de Palmiro Tragacete, el constructor. Y tengo dinero suficiente como para poder extirparle la “Ciudad Encantada” entera de su riñón si fuera necesario. ¿Ha quedado claro Sr. Polaina?”.
Aquilino ignoró por espacio de microsegundos la indirecta, recupero momentaneamente la cordura y echó un vistazo fugaz al periódico de hace unos días que estaba en la mesilla del recibidor. En la foto de la primera plana, Toribio Castañas, el Presidente Autonómico, un cateto pueblerino que había llegado lejos a base de dejar robar al personal siempre y cuando se le reservara la comisión de marras, le daba la mano a Palmiro Tragacete, uno de los mas importantes constructores de viviendas, apartamentos, chalets, chamizos y barracas varias del Levante español, y en resumidas cuentas, otro cateto pueblerino que había llegado lejos a base de robar al personal y repartir las comisiones convenientemente. Acompañando a la feliz pareja en la inauguración del nuevo Centro Comercial “La Alberca 2000”, uno de los más grandes de Europa, toda una cohorte de pelotas oficiales (más o menos los de siempre) y concejales varios formaban un magma indefinido de piratas y filibusteros estrenando su nuevo barco donde practicarían sus fechorías. Y justo en el extremo izquierda, el más bello mascarón de proa de la nave, una imponente figura femenina, con mas curvas que una etapa del Tour de Francia, que intentaba pasar desapercibida sin conseguirlo: Edelmira Capones, la mujer del insigne constructor. “No llegaría a los 35, fijo.”-pensó Polaina-“Y Tragacete ya hace unos años que paso de los 55…los hay con suerte, no solo es guapa la jodía sino que además tiene labia”.
Aquilino necesitaba el dinero. No corrían buenos tiempos y aunque no tenía deudas, la ocasión de cerrar una buena operación con la mujer de Tragacete era un negocio demasiado goloso para dejarlo pasar. Pero por otra parte, si le hacia subir, difícilmente podría dedicar esos quince minutos necesarios e imprescindible a las abluciones corporales (tanto líquidas como sólidas) que su cuerpo le pedía en ese momento de forma incesante a base de retortijones y gases. El día empezaba con una dura disyuntiva: O cagaba o trabajaba.
A partir de aquí, espero que mis abultada nomina de lectores decida por si mismo el camino de nuestro héroe, ya sea permitiendo el encuentro con la femme-fatale (y con todas las consecuencias que ello conlleve) o bien recluyéndolo en el Templo del Gres por tiempo indefinido a la espera de nuevos acontecimientos.
En aras de un comportamiento democrático, se hará lo que diga la mayoría. Por supuesto. Ustedes tienen la palabra.
6 comentarios:
Hola Quique, soy Ignacio de Murcia. Leo tu blog desde hace tiempo y eso que no nos conocemos de nada. Me parece bastante bueno. Espero que esto te produzca una hemorragia de placer (a mi me pasaría).
Bueno, a lo que vamos: Debe hacer subir a la maciza y que espere mientras el da rienda suelta a su tránsito intestinal.
Saludos.
Murcianooooo, barriga verdeeee. Es broma.
Yo lo que haría del tio Aquilino es decirle que suba a la fulana, mear mientras tanto y atenderle. A no ser que tenga otra serie de necesidades urgentes, en cuyo caso debería hacerla esperar un poco mas... El cuerpo es el cuerpo.
quique, este puede ser el comienzo de algo grande. Este Aquilino promete, sí señor.
Me decanto porque haga subir a la tipa, él deja la puerta abierta, pero se encamina hacia la "sima" de Roca porque lo que eran aguas menores se convierten en mayores. La tipa sube, escuadriña el interior y Aquilino la invita a tomar asiento, al tiempo que aligera su tránsito intestinal. Todo eso mirándose cara a cara porque el baño tiene la puerta rota.
que cage!!!
ya está bien que un buen par de melones nos dominen la vida!!!
a cagar!
Viva la pulp spanish history!!!
Saludos.
cuente conmigo para su salida por la montaña.
y vayase preparando para la gran cena de empresa!!!
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